La otra vida en la cárcel

Yoga, técnicas de respiración, poesía, talleres laborales y deportes son parte de la cotidianidad de miles de presos que buscan llevar mejor su encierro en los penales bonaerenses y vislumbrar un futuro posible.
Por Mariana Merlo y Daniela Rossi para la revista 7 DIAS. 24 de Abril de 2011


Si los portones no tuvieran candados, nadie notaría la diferencia. Si no hubiera que atravesar todas esas rejas que unen los muros, esos que ocultan los pocos árboles de los alrededores, si no se respirara ese olor indescriptible que funciona como denominador común de una unidad a otra y que delata las transgresiones de esos reclusos, difícilmente se diría que son presos. Actuaron alguna vez por fuera de la ley, y la justicia los condenó a pagar por su delito, pero ellos aseguran que se sienten libres. ¿Cómo? ¿De qué manera estos hombres y mujeres logran abstraerse de todo eso? Encontrándose a sí mismos.

Aun cuando las denuncias de hacinamiento y violencia en las prisiones aparecen en las páginas de “Policiales” de los diarios, y las noticias de reincidentes destruyen cualquier ilusión de recuperación posible, hay una porción de la población carcelaria que mantiene la esperanza de un futuro mejor. Semana a semana trabajan con ellos voluntarios de diferentes ámbitos para darle sentido a esa frase que habla de procurar la “adecuada reinserción social”. Talleres de literatura, periodismo, teatro, inserción laboral, la práctica de deportes y meditación, son algunos ejemplos de actividades que los internos realizan para vivir su encierro con mayor esperanza y vislumbrar un futuro posible.

EL AHORA. Sentado en el piso de una de las aulas de la escuela que funciona en la Unidad 48 de San Martín, Sebastián espera de piernas cruzadas y brazos extendidos improvisando lo que intenta ser la posición de loto. Sus 110 kilos le juegan en contra, pero su ímpetu por mejorar lo alientan a intentarlo. Reina el silencio aunque otros compañeros ya están ahí a la espera de Ismael, el instructor. El grupo es reducido, pero es sólo una parte de la cantidad de internos que sigue los cursos de la Fundación El Arte de Vivir. Podrá ser por la confianza que ya tienen entre ellos, o el cariño que le guardan a Ismael –“se mete en la cárcel, nos busca pabellón por pabellón, las ganas que le pone son increíbles”, dicen–, que el ambiente es relajado y hasta casi infantil. Y así como por un momento uno se olvida de que esos hombres cometieron delitos graves, ellos también. “Después de hacer las prácticas todos los días, no me siento más preso. Problemas hay siempre, pero esto te ayuda a enfrentarlos con otro ánimo”, confiesa Ezequiel. “Estás con más energías, con ganas de hacer cosas, no estás bajoneado. Acá adentro las 24 horas son depresión. Pero yo me siento libre”. Un coro de “sí, es verdad”, se escucha de parte del resto de sus compañeros.

Instalarse en el momento y dejar de lado el pasado y el futuro les permite vivir un mejor presente alejados de la violencia, las agresiones y otras actitudes negativas para pensar en una posible reinserción. “Es como salir de acá, más allá de que uno vive en un ambiente hostil. Es un autocontrol. Antes reaccionaba de mala manera ante algunas provocaciones, pegaba o respondía mal, y ahora ni contesto”, reconoce Pablo.

Desde la Unidad 1 de la cárcel de Olmos, la visita de la maestra espiritual australiana Isha hace dos años dio comienzo a que su sistema fuera aplicado en otras unidades. “Que estos hombres estén abiertos a escuchar a esta mujer gringa me muestra que quieren cambiar; todos queremos eso y tener esperanza de un futuro”, explicó la gurú. Mariano, un interno que lleva una década en Olmos, confiesa: “Necesitamos que el lema sea que se puede, que luchemos, que está en nosotros la decisión de mejorar. Está bueno que nos enseñen que la respuesta no la vamos a encontrar afuera sino dentro nuestro”. Él y un grupo de internos traducen textos, juegos de mesa y otros elementos al lenguaje Braille. “Me hace sentir útil como persona”, admite.

Según explica Maitreya, uno de los maestros de Isha, “es una técnica en la que se utiliza la mente, pero no tienes que ponerla en blanco para que funcione. El principal beneficio de practicarlo es estar en el momento presente, tener la experiencia del aquí y ahora, y cuando te das cuenta de eso entiendes que el miedo está basado en el futuro o el pasado. En el aquí comprendes que las cosas pueden mejorar”.

RESURRECCIÓN. Esa filosofía que influye en su día a día y que apacigua a unos e inspira a otros, convierte al silencio en expresión y a la soledad en su musa inspiradora. “La imaginación es una forma de libertad y más allá de que nos encontremos privados de algunas cosas, nuestra mente siempre está en libertad”, sostiene Diego, uno de los participantes del taller de literatura que funciona en la Unidad Penitenciaria Nº 23 de Florencio Varela. Gracias a la iniciativa de Alberto Sarlo, abogado y autor de “Pura Vida”, editado por Eloísa Cartonera, los reclusos tomaron contacto con textos de Rodolfo Walsh, Julio Cortázar, Tomás Eloy Martínez y Horacio Quiroga, entre otros. Los objetivos del programa son básicamente dos: sacarlos del ocio y fomentar el respeto. “El ocio en las cárceles implica violencia, el que se traten con respeto, que trabajen en equipo es absolutamente revolucionario para ellos”, dice Sarlo.

Por extraño que suene que un grupo de presos exprese sus sentimientos frente a otros, varios son los valientes que se animan. “Me dieron la oportunidad y lo estoy aprovechando. No estamos acá porque somos ángeles, hemos vivido cosas feas. Más allá de que esté mal lo que hemos hecho, uno aprovecha esto para volcar un montón de cosas, para mí venir acá es terapéutico”, confirma Miguel Ángel. La ilusión que tenían en 2010 de formar una cooperativa a través de la cual sus trabajos se puedan publicar y vender, se hizo realidad. Se llama “Cuenteros, Verseros y Poetas” y es la primera editorial carcelaria en la Argentina. “Somos crímenes. Somos castigo. Somos resurrección. Somos un sueño. Somos un proyecto. Somos una Cartonera”, se definen. “No nos odien. No nos discriminen. No nos teman. No nos tengan lástima. Sólo léannos”, aclaman.

YO SÉ. Tanto para ocupar ese ocio como para pensar en un futuro con más herramientas, son alrededor de 1.500 los internos que participan cada año de los Centros de Formación Profesional del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB). Carpintería, confección textil, encuadernación artesanal y serigrafía son algunas de las actividades a las que dedican horas y voluntad. La asociación civil “Yo no fui” empezó con un taller de poesía dictado en la Unidad Nº 3 de mujeres de Ezeiza, y tomó su nombre de una antología publicada con textos de las internas. “Dentro de ese contexto complicado queríamos lograr una energía, un espacio positivo”, cuenta María Medrano, poeta y docente de aquella primera experiencia. Después de ese libro llegaron varios festivales de poesía en la cárcel, y cada vez más penales involucrados (siempre de mujeres y del Servicio Penitenciario Federal) y talleres, tras las rejas y en el “afuera”, con mujeres que recuperaron la libertad o que tienen salidas transitorias. La asociación es “mixta” en ese sentido: “Varias chicas que estuvieron detenidas participaron de la fundación del grupo. Eso le da una cierta autenticidad, porque ellas realmente saben qué se necesita cuando estás privado de la libertad”, cuenta Medrano.

Pero además de los talleres artísticos y de oficios que se realizan, cuatro cárceles bonaerenses cuentan con escuelas propias, y hay una quinta a punto de ser inaugurada. “La educación es uno de los ejes del tratamiento penitenciario, se buscan bajar así los índices de reincidencia”, explican desde el SPB. Son 11.700 internos los que se sientan frente a un pizarrón para recuperar algo del tiempo perdido en su infancia o adolescencia. En el nivel primario hay 4.585 alumnos y en la secundaria se anotaron 4.131, mientras que 169 lo hicieron en el terciario, y 939 cursan materias de la universidad. Muchos de ellos se inclinan por Derecho aunque también optan por Sociología, como en la Unidad 48 de San Martín. Y los que optan por el oficio ante la carrera y el título, también tienen su espacio.

Ángel es carpintero, y dentro de la cárcel encontró una manera de escape a través de lo que sabe: les enseña el oficio a otros tres compañeros de reclusión de la Alcaldía de Malvinas Argentinas, y juntos fabrican mesas y sillas para los jardines de infantes carenciados de la zona. “Todo hecho con amor”, aseguran. Comenzaron en febrero, y el jardín 901 de Sourdeaux será el primer destinatario. “Es un proyecto que tiene que ver con la dignificación del detenido a través de un trabajo para la comunidad. Ellos están especialmente felices porque su trabajo está destinado a niños de los jardines más humildes”, explica Heriberto Cansen, director del penal. Por su parte, Miguel, de 60 años, y Walter, de 25, coordinan dentro de la Unidad Nº 3 de San Nicolás un emprendimiento que fabrica cerca de 150 mil hostias por mes. Fabián, ya libre, es el encargado de distribuirlas en las parroquias. El proyecto surgió en conjunto con la capellanía que funciona en la cárcel, donde dos internos fueron capacitados por hermanas de la orden Carmelitas. Harina, agua, y manos a la obra durante seis horas diarias. Ese es el tiempo que les requiere la actividad por la que reciben una paga. “No obstante, lo más importante es que ellos se sienten bien con lo que hacen, manifiestan respeto y agradecimiento por la oportunidad laboral”, describe Héctor Almirón, director del penal.

PASIÓN DE MULTITUDES. Los lunes y viernes de cada semana, las Águilas 8 se ponen los botines, agarran el palo de hockey, y salen a jugar al patio de la Unidad 8 de Los Hornos. Ellas conforman el primer equipo de hockey sobre césped integrado por mujeres privadas de su libertad, e incluso cruzaron las rejas para jugar un amistoso frente a un equipo de la Universidad Católica de La Plata que contó con varias ex Leonas. Su director técnico es, desde hace ya un año, Jorgelina Bertoni, una ex integrante del seleccionado femenino que busca trasmitirles “actitud, corazón y alma”, los valores fundacionales de este deporte que no sólo les servirán en el campo de juego sino en la vida.

Lejos de las tribunas repletas que cada fin de semana enmarcan los partidos de la primera división del fútbol, Pioneros intenta hacer su camino en el Torneo Argentino C, la tercera categoría del Interior. Compuesto por detenidos de las Unidades 21 y 41 de Campana y guardiacárceles, la pasión no cambia, se mantiene intacta. Salen para jugar de visitantes, y juegan de local en algunas ocasiones en las canchas que existen en los penales. Esos patios suelen recibir la visita de algunos “ídolos”. El partido terminó 6 a 5 a favor de los reclusos cuando jugaron contra Almirante Brown, equipo que milita en el Nacional B. Pero lo más importante no fue el marcador, sino la fotografía impresa en la memoria de los presentes: la tarde en que Maximiliano “Chanchi” Estévez, Jorge Vivaldo, Daniel Bazán Vera y el DT Blas Armando Giunta compartieron con los internos en la Unidad 28 de Magdalena. “Me llamó Bazán Vera y no dudé en venir –cuenta el periodista Gabriel Anelo, que ese día se sumó al encuentro-. El recibimiento fue muy bueno y pasamos una buena tarde compartiendo esta pasión popular tan grande, como lo es el fútbol”. 

Fotos: Alejandro Kaminetzky y Nacho Arnedo.
 
 

AGRADECIMIENTO  DE UN PRIVADO DE LA LIBERTAD

 

Hola:

Me llamo Pablo tengo 21 años me encuentro privado de mi libertad acá en la unidad Nº 47 de San Martin hoy en estamos en el pabellón 3 que con mucho esfuerzo logramos construir 36 internos junto a Julián y José.

Por eso yo tomé la decisión de agradecer a la Fundación El Arte de Vivir por enseñarnos estas prácticas de respiración, en si cambio la vida de cada uno de nosotros porque uno al estar aquí dentro esta muerto en vida pero al llegar ustedes con estas técnicas maravillosas nos cambió la vida al 100x100 porque en verdad somos como niños recien nacidos, y nos dieron aliento a seguir viviendo y eso no tiene explicación alguna, no solo continuamos con la respiración.


Yo conocí a Ismael en el 2008 y uno a lo primero iba por los sanguchitos y la coca solo recuerdo que cuando Ismael nos hablaba solo pensaba en que llegue el dia que nos entregaba los diplomas para tomar gaseosa o también recuerdo que llegaron con una guitarra y decia Isma canten los mantras, por dentro mio decia ¿de que religión serán estos locos?
Pero bueno solo al pasar el tiempo yo me di cuenta que habia cambiado y cada vez que hablaba con mi familia me daba cuenta que siempre tenian problemas y yo le daba la solución a sus problemas y mi madre me preguntaba ¿Qué te paso hijo? Y yo por dentro decia tengo que enseñarles a mi familia estas prácticas, bueno yo cambie eso es un paso muy importante en mi vida ahora solo pienso en ser cada dia mejor persona en salir adelante y formar mi familia y asumir muchas responsabilidades porque eso me dio mucha fuerza interior.


Hoy es jueves hace un mes que estoy en el pabellón de El arte de vivir y costó pero aquí dentro fuerza de voluntad es lo que sobra y hoy por hoy solo pienso en salir al mundo y ayudar a los jóvenes que quizás están en la misma situación que yo estuve y ayudar a esas madres y padres que no pueden con sus hijos para que todos juntos llevemos una vida mejor y bueno solo quiero agradecer a toda la Fundación El Arte de Vivir.


Porque han cambiado mi vida porque hay hoy gente que piensa en nosotros y eso aquí dentro se valora y mucho y cada vez que vienen José y Julián a darnos prácticas estamos contentisimos porque son nuestros compañeros y de ellos nos aferramos para seguir adelante bueno saludos y otro día escribo un poco más de parte mía y de todos los internos del pabellón 3 les damos las Gracias.

Pablo Capriani